14 de desembre, 2010

Pequeña mota marrón

Ella se enamoró perdidamente de ese muchacho cubano.
No era su mirada, no era cómo hablaba, ni cómo se movía, ni siquiera era cómo la trataba. Pero tenía ese "nosequé" que la volvía loca.
Cuando se abrazaban, a ella se le erizaban los pelos, y le encantaba ver cómo sucedía eso. Pensaba: "miles de erecciones en un cuerpo de mujer".
La piel oscura del muchacho cubano era lisa, tersa, casi sin vello, suave, y la rozó tantas veces, tantas noches y mediodías, que cuando dejaron de estar juntos, meses después de la primera vez, a ella le salió una peca en el muslo.
Su recuerdo. Su huella. Una parte de ese cuerpo mulato.