22 de novembre, 2010

A altas horas de la madrugada

Suena Gottschalk. En el sofa de casa piensa mientras aspira el humo de su cigarro. Ahora fuma tabaco de liar. Piensa en cosas, en personas, en ella.
Se acurruca entre cojines rosas mientras imagina lo que no ha hecho en su corta vida.
Se arrepiente, encogiendo los dedos de los pies.
"Algun día..." piensa, sin saber que nunca lo hará.
Pero nada la atormenta, porque ella no sabe que ese día no llegará. Está convencida de que en breve, todo aquello que anhela, se convertirá en algo que podrá explicar a sus nietos. Mentira. Nunca ocurrirá.
Pero mientras lo imagina, ella es feliz. Y entonces relaja los dedos de sus pies.
En su cabecita, todo lo que imagina, ya ha pasado.
Pero nunca pasará.

15 de novembre, 2010

Como estamos en democracia, propongo un ejercicio de derechos: a continuación presento las anécdotas más estúpidas que tengo en el repertorio de "cosas que pasan". Podéis votar la que os venga en gana, así sabré en qué momento de mi vida gané la palma a la estupidez humana...

1. Continente
Yo trabajaba en el metro de Sant Estació, con mis 17 años. Era informadora, y me dedicaba a ayudar a los turistas perdidos a encontrar el camino hacia la felicidad. Perdón. Hacia el Parc Güell. Se acercó un chico negro, me explicó que tenía 32 años, y que, literalmente, quería ir al continente más cercano. Amablemente le sugerí que tomara un bus hacia Algeciras, y allí un ferry hasta Marruecos. Su respuesta fue clara y concisa:
- Me refiero al supermercado Continente.
Sin comentarios.

2. El perro del cuarto segunda
Era hora de ir a trabajar. Se había ido la luz, otra de las muchas ocasiones en que a Fecsa se le ocurría hacer arreglos a pleno día. Yo vivía en un sexto piso, así que tuve que bajar a pie porqué el ascensor no funcionaba. Al llegar al cuarto, entre la puerta 1 y 2, vislumbré una cosa peluda en el suelo, una especie de animal, encogido y quieto. Como apenas veía, decidí silbarle un poco, a ver si reaccionaba. Me acerqué sigilosamente, para no asustarle, pero el susodicho no se movía.
De repente, volvió la luz, y cuál fue mi sorpresa cuando vi que, en realidad, se trataba de un erizo falso para limpiarse los zapatos.
Sin comentarios.

3. Pipí en Polonia
-Laia, aprovecha y ve al baño antes de subir al bus.
-Tranquila, M., que solo es una horita y aguanto. Aparte ahora no echaría ni gota.
M., B y Laia suben al bus. A la media hora Laia se empieza a retorcer en el asiento. Cambia de postura 5986346 veces en un minuto. Se está meando. Los polacos no brillan por su amabilidad, así que Laia hace un esfuerzo por aguantar la otra media hora que queda. Pero resulta que no queda media hora, sino hora y media, asi que Laia decide mear dentro del bus. Se va al asiento trasero (donde, todo hay que decirlo, no había nadie), se baja pantalones y bragas, se encoge a cuclillas, entre dos asientos, cual rana en hiperflexión, tantea el agujero de la bolsa y empieza a mear. Oh, Dios! La bolsa está rota...hay un escape y el bus va en bajada...B. le pasa unos kleenex, llorando de risa, pena y vergüenza a la vez. Ponemos la bolsa dentro de otra bolsa, pero se ve que en Polonia las bolsas de plástico llevan ventilación incorporada. Sigue habiendo el escape. Laia decide zamparse una bolsa de Campesinas para poder guardar allí todo el zapitoste. Hora y media después baja del bus, con la bolsa de LAY's en la mano y la tira a la basura. Sólo espera que ningún mendigo buscara algo de comida allí.
Sin comentarios. Bueno sí. Desde entonces, las Campesinas, me traen recuerdos....solorosos y humillantes.

4. El reponedor de Bon Area.
Salía yo del metro tan campante. 20:30h. Oscuro. Como casi cada lunes, el camión de Bon Area tenía los warnigs puestos en una callecita que corta con Travessera de les Corts. Allí, al fondo, vi un carro de reponedor, lleno de bandejas de pollo, chopped del malo, queso, jamón y viandas varias. De repente, en un abrir y cerrar de ojos el carro empezó a moverse solo, calle abajo, despacio, pero con pinta de querer coger carrerilla y fugarse. En ese momento salió la superwoman que hay en mí, la que saco de paseo de vez en cuando, y corrí hacia el carro con la intención de pararlo y evitar alguna desgracia. Daños colaterales o algo así. Pero de detrás del carro salió un hombrecito que me soltó un "Me dejas hacer mi trabajo, porfavor?"
Sin comentarios.