17 de febrer, 2011

Pink Pill

Se despertó y la tele seguía encendida...Daban esos anuncios, "emobobadores de personas", como los llamaba ella. Su preferido era el chisme que hacía el vació en cualquier bol o recipiente. Pero estaban anunciando uno que no había visto nunca. "Pinkpill, usted verá el mundo color de rosa, todo le parecerá bonito, hermoso, fácil y divertido". La voz sonaba conocida, con ese acento suramericano tan particular, que pronunciaba las "r" como si no fueran a acabar nunca: "colorrrrrrrrrr, herrrrrrrmoso, diverrrrrrrrrrtido".
90-15-44-2.
Se las mandaron a casa. Las abrió como un tesoro, algo sagrado, como si fueran las últimas del universo. Depositaba todos sus pensamientos positivos en esas pastillas. Al fin y al cabo, peor no podía ir. Qué más daba, entonces, tomarlas? Como mucho, pensó ella, le darán sueño.
Días después los colores de los muebles de casa habían cambiado a sus ojos: tenía una cómoda rosa en la habitación, unas estanterías rosas y el secador de pelo era rosa también. Pero su vida era igualmente dura, aburrida y penosa.
A la semana las sábanas eran rosas. Treky, su perro, también. El café del desayuno, las tostadas y el jamón york (bueno, eso seguía igual que siempre). La mantequilla ahora parecía manteca colorá. Y su vida era igual de deprimente.
Al mes, su pelo era rosa, sus manos, sus uñas, sus dientes. Y su vida, gris, seguía sin cambiar.
No me harán ningún mal, se repetía ella. Y mientrastanto, la vida pasaba y Flor seguía sin ser feliz, preocupada, tansolo, de hacer su mundo rosa.