25 de juliol, 2010

Algo no esperado

L.P.M trabaja en un centro de disminuídos psíquicos profundos. Es enfermera, pero su trabajo trasciende mucho más allá de lo que se le exige a esa categoría profesional en ese centro. A L.P.M. le gusta conocer a los usuarios, tratarlos, saber qué les gusta y qué no, intuir cuando se encuentran mal y saber qué les calma.

G.L. es un usuario con autismo y disminución psíquica. Le gustan los monigotes de peluche, anda como un pato, le encanta pintar y que le acaricien la nariz.

Hoy, después de comer, L.P.M. ha ido al módulo nuevo para estar con los usuarios. En el pasillo estaba G.L., con su peluche en la mano, sentado en el suelo, golpeándose las orejas y gimiendo.

L.P.M. se ha acercado a él y le ha empezado a acariciar la nariz con un dedo. Ella sabe que a él le gusta esto, lo calma, lo tranquiliza. De vez en cuando, ella también le regala una caricia en la frente, tierna, suave, casi maternal, y poco a poco G.L. ha ido agachando la cabeza, como hipnotizado, anestesiado por el contacto de esa mano suave.

Lejos de quedarse dormido, o quieto, recibiendo las caricias en la nariz, G.L. se ha acomodado en el regazo de L.P.M, se ha tumbado por completo, ha metido la mano por debajo de sus pantalones y se ha empezado a masturbar.

L.P.M. se ha levantado y, discretamente, le ha puesto el peluche encima, para que lo evidente fuera menos llamativo.

-Disfrúta de esto, que es de lo poco de lo que se te deja disfrutar aquí...Le ha dicho.