13 de juliol, 2010

Lo verdadero es un momento de lo falso

Antes de que le hubiera dado siquiera tiempo a pensarlo, ella se había colocado a horcajadas encima de él, aprovechando la falta de gravedad del agua, y él estaba dentro de ella, y el agua les balanceaba despacio, de un lado a otro. ¿Estamos follando?, se preguntó Mario, porque todo había sido tan rápido que casi no había tenido tiempo de darse cuenta. Siguieron así durante mucho rato, besándose despacio, sin moverse, dejando que fuera el agua la que los acunara. Un sentimiento confuso le ascendía a Mario desde la erección y le oscurecía la cabeza, como si durante sus veinticinco años de la vida hubiera estado escondido y ahora se derramase por dentro y lo llenase. (...) Fue ella la que le tomó de la mano y le llevó a su cuarto de baño. Se dieron juntos una larguísima ducha de agua caliente, se enjabonaron el uno al otro, se frotaron, se besaron, se masturbaron. Salieron de la ducha y se tiraron en la cama del cuarto de Mario, y antes de quedarse profundamente dormidos a Mario le dio tiempo a pensar que al menos ella había tenido la delicadeza de no llevarle a dormir a la cama que compartía con su padre.