17 de juliol, 2010

La había guardado debajo de su almohada, en un sobre de color amarillo. Tenía miedo de que alguien la descubriera, así que pensó que allí, debajo de su cabeza, estaría a salvo. Cada mañana al levantarse echaba un vistazo al sobre, para confirmar que no se había perdido entre las sabanas. Y sí, ahí estaba, pero cada día le notaba algo diferente. No sabía decir bien el qué. El color era el mismo, ese amarillo desgastado, casi como blanco sucio. Seguía teniendo una solapa rectangular. En ella seguía constando el nombre de lo que escondía dentro: "carta en blanco para nadie", con la caligrafía que aprendió a hacer en el colegio. Pero seguía sin descubrir cuál era la diferencia. Hasta que tras muchos días se dio cuenta: "Pero ¿que coño...? Este sobre ha doblado su tamaño original!". Lo abrió con cuidado, con una mezcla de nervios, vergüenza y terror, y ahí estaban, escritos uno por uno, los sueños y las pesadillas que había tenido los últimos dos meses.